Muchas veces los fracasos deportivos tienen como explicación principal el mérito del rival. Muchas veces uno hace todo lo que tiene a su alcance para lograr un objetivo y éste no se cumple. En esas situaciones, no queda más que lamentarse, agachar la cabeza, seguir y volver a intentarlo una vez más. «Yo no te pido a vos que ganes campeonatos, tan solo que dejes la vida por lograrlos», rezaba un cántico entonado hace muchos años por la tribuna aurinegra. Esta temporada en Peñarol, ninguno de los componentes que forman parte de la vida diaria del club hizo lo necesario para que las alegrías lleguen. Al contrario: todo lo que se podía hacer mal, se hizo mal.

Peñarol regaló el torneo de una manera insólita. No hay que dar vueltas para decirlo. Luego de obtenido el Apertura, y con el fantasma del tricampeonato revoloteando por todos lados, había que hacer mucha fuerza para perder con este Nacional, que está muy lejos en nivel de los mejores planteles tricolores que nos ha tocado enfrentar. Tampoco se puede decir que nos haya tomado por sorpresa; los hinchas y socios aurinegros criticaron cada una de las fallas a lo largo del año, y también fue plasmado en este sitio web. Termina siendo como titula la nota: un fracaso anunciado. Si tenemos que señalar culpables, no se salva nadie: dirigentes, estructura deportiva, plantel, cuerpo técnico y sanidad; todos aportaron lo suyo para terminar el año de esta manera.

Estructura deportiva

En Carlos «Tío» Sánchez encontramos uno de los principales culpables. El gerente deportivo ya había tenido un paso lamentable por el club, y retornó para dejarnos otra gestión para el olvido. Su frase «este es el mejor período de pases», cuando la amplia mayoría de los hinchas de Peñarol lo catalogaban de nefasto, y la contratación de John Misael Riascos, quedarán en la memoria de todos cuando recordemos la temporada 2019. Por si fuera poco, exhibió una soberbia pocas veces vista.

Todo comenzó luego de la conquista del bicampeonato 2017 – 2018. Con los festejos aún desarrollándose, Sánchez se descargaba: “No voy a hablar de Gonzalo De Los Santos. Por todos es sabido que no tenía buena relación. No era difícil aceptar el rol de cada uno, yo soy el que hace todo. Yo soy el que trae los jugadores, el que trae los técnicos, el que arma las pretemporadas, el que trae los partidos amistosos. Porque soy el hombre de confianza de los presidentes, de Damiani o Barrera. Después que los demás se adjudiquen el trabajo que no hacen, es otra cosa. Yo soy el que hace todo en Peñarol, perdiendo o ganando. Todos lo saben” (El Observador). Ya sin la presencia de De Los Santos, el «Tío» quedó como único responsable del área deportiva, asesorado por las Comisiones de Fútbol y de Contrataciones.

Finalizaban pocos contratos y había que realizar escasas contrataciones. La principal preocupación era el zaguero, ante la partida de Carlos Rodríguez. Con ese panorama, el gerente deportivo propuso uno atrás del otro a Javier López, Héctor Urrego y Carlos Henao, tres defensores descartados por Independiente de Santa Fé (Colombia). El primero estuvo a punto de venir, hasta que se descubrió que tenía algunas fechas de suspensión por cumplir en el ámbito internacional. Polémico.

Luego llegó el turno del papelón de la fallida contratación de Frickson Erazo, de la mano de las famosas comisiones. Estaba abrochado el pase, y de la nada se cayó porque la negociación se había realizado con un representante que no era el oficial. Finalmente los médicos recomendaron no incorporarlo, debido a una lesión crónica, pero la mancha quedó. Gonzalo Jara, titular de la selección chilena, tampoco llegó al club porque «a los periodistas no les iba a caer bien lo que pasó con Cavani», según lo manifestado por Sánchez. Finalmente parecía que el zaguero de Peñarol sería Gary Kagelmacher, pero Isaac Alfie, tesorero del club, ofreció 5 veces menos de lo que pretendía el club belga por su liberación, y el pase se cayó. El último día del período, y tras no recibir ninguna otra oferta, cayó del cielo Cristian Lema, al que se le realizó un contrato a 6 meses porque dudaban de como iba a rendir. En aquel mercado, también llegaron Jesús Trindade, Maximiliano Rodríguez Maeso en una pierna, Luis Acevedo y Juan Izquierdo (de los que ya profundizaremos).

En el primer semestre, con la base de los años anteriores, se obtuvo el título del Torneo Apertura, y el Tri parecía quedar al alcance de la mano. Sin embargo, todo se vino abajo. Gabriel Fernández, Lucas Hernández, Cristian Lema y Brian Rodríguez dejaron el club. Fueron sustituidos por Darwin Núñez (de las formativas), Gabriel Rojas, Rodrigo Abascal y John Misael Riascos. No había que ser un genio para darse cuenta que el plantel había perdido jerarquía por todos lados. Las Comisiones, bien o mal, enviaban informes de posibles jugadores a contratar, que no eran ni siquiera respondidos por Sánchez y el Memo López, lo que motivó la renuncia y disolución de ambas. En medio de esta situación, al gerente deportivo se le ocurrió decir que era «el mejor período de pases», porque no había necesidad de cubrir tantos puestos. Una negación de la realidad absoluta.

Por si fuera poco, también fue transferido Núñez al fútbol español. Con este equipo, Peñarol logró únicamente 9 puntos de 21 posibles en el Torneo Intermedio. Cuando ya era indisimulable la falta de gol, se dio la llegada de Xisco Jiménez, que aunque el «Tío» quiera atribuírsela, fue abrochada por Víctor De Los Santos, un scouting que Peñarol contrató a mitad de año.

Hasta la llegada de De Los Santos, Sánchez no concurría a ver a equipos chicos para seguir jugadores. Tampoco va a ver a las divisiones formativas para analizar posibles juveniles a ascender. Tampoco deja poner jugadores en Primera por llevarse mal con los representantes, tal es el caso de Hernán Petryk y Gastón Guruceaga, manejados por Diego Schaffer. Más allá del nivel de los deportistas mencionados, los argumentos para incluirlos o no en un plantel, deberían ser otros. ¿Qué funciones cumplía correctamente entonces?

Entre cruces con los hinchas en el Palacio Peñarol, cánticos en su contra en el empate frente a Juventud de Las Piedras y el perdón inexplicable y constante de los dirigentes, transcurrió el segundo semestre de Sánchez y de Peñarol. Antes se pudo apreciar como, de un partido al otro, hinchas que lo criticaban a él o a López atrás del banco de suplentes en el encuentro frente a Racing por el Torneo Clausura, eran golpeados por un grupo que parecía estar apostado en ese lugar especialmente para eso.

Cuando Peñarol levantó un poco, volvió a desperdiciar una hermosa posibilidad de callarse la boca, y declaró con total soberbia: “Yo solo traigo a los jugadores que fracasan. Yo no traje a Dawson, al Toro, a Carlos Rodríguez, a Trindade, a Lema; a ninguno de esos. Yo traigo a los que no andan nomás. Después voy a averiguar quién trajo a Xisco. Hasta diciembre de 2020 voy a seguir, porque así me lo hicieron saber cuando entré. Todos sabemos que hay 4 o 5 en la hinchada que están arreglados para ir atrás del banco a gritarle cosas al técnico y cantar cosas. Están mandados, todos sabemos cómo son las cosas acá. Nunca sentí el rigor, yo no siento presión. Se pierde, se gana, son situaciones que uno vive. Tengo bastante inteligencia emocional para ver cómo piensa el hincha, y ver que son siempre los mismos, mandados por el mismo. Me los paso por el forro del short. Siempre sentí el respaldo del presidente y los demás dirigentes. Cuando las cosas venían mal, hicieron ver como que Los Aromos era un cabaret, que los jugadores no se pesaban. Todo surge de un despechado (Sergio Perrone) que va de vez en cuando a Los Aromos y cuando va tira todas esas cosas. Eso no habla bien de él, eso no es de hombre, está basado en mentiras. El Cebolla no está gordo, está falto de motricidad fina, porque no ha tenido un entrenamiento adecuado por la serie de molestias que ha tenido. Siempre tuvimos la tranquilidad y la conciencia tranquila de que las cosas se hacían bien».

¿Qué podía salir mal?

Dirigencia

La parte de culpa que le toca a la dirigencia, puede dividirse en cuatro grandes temas:

El año deportivo comenzó con las contrataciones de Juan Izquierdo y Luis Acevedo, jugadores de Cerro, por parte de la dirigencia. ¿El motivo? Hacerle un ‘mimo’ al Grupo Casal, y estrechar las relaciones. Así como lo leen. Ni siquiera hubo un pedido del Grupo, fue algo que surgió de Peñarol. Hoy en día, el aurinegro cuenta únicamente con Giovanni González y Agustín Canobbio representados por Francisco ‘Paco’ Casal. Parece bastante poco para realizar contrataciones como favor.

Otro tema a destacar, es que ambas pretemporadas fueron realizadas en Miami, por un tema económico. Los resultados fueron bastante pésimos en cuanto a lo físico, ya que las lesiones musculares se repitieron a lo largo de todo el año. Además, las canchas de Los Aromos no son del tamaño adecuado, están en un muy mal estado y los jugadores corren riesgo de lesionarse. Nunca se solucionó.

En cuanto a lo disciplinario, se perdió totalmente el control interno. Luego de la derrota frente a Liverpool por el Torneo Clausura, la CD se reunió con el Tío y el Memo y definieron que entre el gerente y los dirigentes se encargarían de controlar al plantel fuera de la cancha. Nada sucedió. Deportivamente, se subestimó el campeonato y se realizaron escasas contrataciones y de baja calidad. Se cuidaron al extremo las finanzas del club, y se descuidó a la vez lo que más soluciones económicas trae: los títulos. Es imperdonable a esta a altura, que no se sepa que salir campeón es el mejor negocio de Peñarol. Al mismo tiempo, se reafirmó en su cargo a Carlos Sánchez cada vez que parecía tambalear. Si vamos al grano, el Tío hace mucho tiempo que no debería estar en la institución, y se mantiene únicamente por la banca de la dirigencia, bajo motivos desconocidos. Cuando hubo que dar un golpe de timón, se decidió rescindirle el contrato a Riascos, como si fuera el principal culpable.

Socialmente, se alejó a la gente de Peñarol de las canchas, con medidas anti populares y sin corregir errores del pasado. A la larga, pesa. Un equipo grande necesita de su hinchada en todo su esplendor, para ayudar a levantar partidos cuando estos se ponen complicados.

Por último, pero no menos importante, asustó la pasividad con la que se manejó la queja sistemática de Nacional en cuanto a los arbitrajes. El discurso armado se basaba en «no hablamos de los jueces ni del tradicional rival», mientras los tricolores obtenían las garantías que necesitaban en el Colegio de Árbitros y en la Asociación Uruguaya de Fútbol. Luego del escándalo, a Peñarol lo arbitraron Cristian Ferreyra y Claudia Umpiérrez (los dos principales detractores del paro decretado por los jueces) las dos últimas fechas del Clausura; y Andrés Cunha, viejo enemigo aurinegro, en la final definitiva. Los arbitrajes fueron muy malos, y aunque no definieron el resultado porque el equipo dirigido por Diego López jugó pésimo, perjudicaron claramente a Peñarol. El que calla, otorga, dicen. Y volvió a suceder.

No obstante, cuando los temas eran sobre Peñarol, no perdían oportunidad para criticarse entre ellos en todas los medios de prensa que encontraban, de filtrarle cosas a los periodistas y de desfilar por todas las radios, algo de lo que no se salva ningún sector político del club.

También deja un manto de dudas la participación actual de Juan Pedro Damiani, ex presidente del club, quien habla casi todas las semanas en nombre de Peñarol. ¿Realmente se fue? ¿U opera desde las sombras?

Plantel

Pocas veces se le puede reprochar tanta culpa a un plantel como sucedió este año. Se fueron jugadores importantes, es cierto. Pero gran parte de los que se quedaron, entre ellos los referentes como los máximos exponentes, nunca se tomaron en serio lo que se estaba jugando. La falta de disciplina reinó en Los Aromos, transformándolo prácticamente en una anarquía, y todo terminó como terminó.

Por disposición y preferencia del plantel, no se concentró previo a la mayoría de los partidos, no se come en Los Aromos porque «no les gusta la comida», los entrenamientos comienzan a las 11:00 (¿no querrán levantarse temprano?), no llevan un control del peso de los jugadores, no se realizan los trabajos preestablecidos (las bicicletas especiales para testear el rendimiento en la altura solo fueron utilizadas por los jugadores jóvenes), y no se cuidan fuera de la cancha (continuamente aparecen fotos en las redes de jugadores comiendo cualquier cosa, en boliches, tomando sol a la peor hora días previos a un encuentro, o tomando bebidas alcoholicas con amigos). Cero compromiso con la causa.

Las lesiones han sido una constante, al punto de que los jugadores pasaron 81 veces por sanidad. Hasta la finalización del Torneo Intermedio, Diego López no había podido repetir en todo el año, el mismo equipo que el partido anterior. Probablemente la tendencia se mantenga. Algunas lesiones superan todos los límites de la falta de profesionalismo, como la de Cristian Rodríguez al romper un vidrio de una piña, luego de perder el clásico por el Intermedio.

Otro de los hechos más escandalosos del año, fue la licencia anticipada tomada por Walter Gargano, faltando al encuentro frente a Cerro Largo por el Torneo Apertura. Peñarol perdió aquel partido, se quedó sin los tres puntos en disputa, y terminó perdiendo la Tabla Anual por una unidad. Errores insólitos que se terminan pagando. Semanas antes, se había realizado un tatuaje en la previa a un encuentro definitorio y ante los cuestionamientos declaró: «estoy grande para hacer lo que se me cante».

Por si fuera poco, se han tenido actitudes sobradoras con el hincha de Peñarol. Como cuando Agustín Canobbio, de pésima temporada, le echó en cara a la gente de la Tribuna Damiani una asistencia que había realizado, o cuando Gargano molesto por las críticas dijo que «la gente que está descontenta con el momento de Peñarol, no debe estar bien en la casa», o cuando el Cebolla, en la presentación de un libro sobre él, declaró que agradecía el apoyo de los hinchas de verdad, que son los que «lo conocen y tiene el respaldo de ellos». Demasiado para una sola temporada.

Los cinco mayores referentes (Walter Gargano, Cristian Rodríguez, Lucas Viatri, Guzmán Pereira y Fabián Estoyanoff), fueron los jugadores con más lesiones en la temporada, 41 entre todos ellos. Una barbaridad. Los encuentros definitorios nos encontraron jugando con equipos totalmente alternativos, ya que no se pudo contar con ellos en gran parte del campeonato.

Nos fallaron a todos.

Cuerpo técnico y sanidad

Hacer y dejar hacer, son culpas similares. En el caso de Diego López, fue cómplice de todas las decisiones deportivas de Carlos Sánchez. Le desarmaron el plantel, nunca exigió refuerzos, y aceptó lo que le trajeron. No contento con eso, cuando el ‘Tío’ tambaleaba en el puesto, dijo que en caso de que lo despidieran, se iba con él (fuente: Julio Ríos en su twitter). Para armar su cuerpo técnico, trajo a Michele Fini y Francesco Bertini, dos personas que no saben el idioma, no conocen el fútbol uruguayo y no pueden ingresar al terreno de juego por no estar habilitados.

Las rotaciones de plantel no fueron las adecuadas, realizó cambios insólitos en momentos definitorios y cada vez que tuvo que tomar decisiones deportivas, decidió «culpar» a los más faciles, relegándolos del equipo. En el caso de Giovanni González, decidía darle descanso cuando retornaba de la selección, mientras que en la vereda de enfrente, Matías Viña jugaba sin problemas logrando tener un buen rendimiento.

Las conferencias de prensa demostraban nula autocrítica y visión de la realidad, además de complicaciones para expresarse. Una vez dijo: «yo hablo siempre de los que están, y lo hago siempre. Entonces hoy no están esos jugadores y no voy a hablar. Hoy no estuvo Acevedo, estuvo otros jugadores entonces no te voy a responder porque yo hablo de los que están, porque los que no están son siempre los mejores. Entonces siempre se pregunta por los que no están, y está bien que se pregunte por los que no están, pero yo siempre te hablo y trato de hablar de los jugadores que están y entonces yo si no están, hablo de los que estuvieron y preferí a los que están». Sin palabras.

Alejandro Valenzuela, el anterior preparador físico, un día decidió desafiar a la gente en twitter y pedir que le nombraran «tres gerentes deportivos más exitosos que Carlos Sánchez», mientras los jugadores se lesionaban todos los partidos. Recibió una ola de insultos y decidió borrarlo, para volver a la carga: «como nadie pudo decirme lo que pedí, lo borré». En Peñarol solo han habido dos gerentes deportivos: Osvaldo Giménez y el propio Tío. A los pocos días recibió una oferta de México y se fue en la mitad del campeonato.

Por el lado de la sanidad, más allá de la falta de disciplina del plantel, algo se está haciendo mal. 81 lesiones en el año es un número escandaloso, y la mayoría de ellas musculares. El Dr. Edgardo Rienzi, habló todas las semanas en las radios contando los problemas físicos del plantel y sus tiempos de recuperación, avivando a los demás clubes de quiénes iban a estar a la orden y quiénes no.

Demasiados horrores se pagan caro. Entregaron el tricampeonato más fácil de la historia, y deben asumirse absolutamente todas las culpas. Ya rodó la cabeza del Memo, y está bien. Pero de ninguna manera puede ser la única. Se le faltó el respeto al hincha, y deben haber consecuencias duras.