Se viene una nueva definición de Campeonato Uruguayo entre Peñarol y Nacional. Será la número 16 de la historia y no es de extrañar, que de las 15 definiciones anteriores, Peñarol se haya quedado el título en nueve oportunidades. Entre ellas, la remontada más importante en la historia clásica, las dos finales consecutivas en el Quinquenio y la reciente consagración. Te traemos un repaso por los 9 títulos de campeón festejados ante el rival de siempre: 1944, 1959, 1986, 1995, 1996, 1999, 2003, 2010 y 2018.

1944: A lo Peñarol, la remontada clásica más grande en la historia

La temporada de 1944 se presentaba de forma especial para Peñarol. El tradicional rival venía de ganar su primer y único Quinquenio en la historia (años después llegarían las confesiones de arreglo de partidos de sus directivos) y picaba en punta por el Sexenio. Era un año de matar o morir para el Decano. Y no fallamos.

Varios fueron los factores que promovieron la resurrección deportiva de Peñarol, pero entre tantos, queremos destacar a su gente. Su gloriosa gente. Peñarol pasó de tener 4.839 socios en 1942, a 7.831 en 1943, el quinto año de derrotas consecutivas. Y en 1944 llegaría a la cifra de 11.459 asociados, cuando realmente había que poner en práctica el verdadero TODOS JUNTOS. No es de extrañar que, rodeado de apoyo, el Club del Pueblo retomaría el camino de la gloria que transitó toda su vida.

Imposible de olvidar son las palabras de Isabelino Gradín, ídolo aurinegro, previo al clásico de la primera rueda: “No puedo creer que nos ganen clásicos tan fácilmente» (La Razón), y recordó la época en que Peñarol tenía «esos 15 minutos finales capaces de definir un partido, cualquiera fuese el resultado adverso”.

El partido terminó en triunfo a favor de Peñarol por 2 a 0, con goles de Obdulio Varela y «Solito» Ortiz, y un penal atajado por Máspoli cuando el encuentro estaba igualado. Ese día, dejando en claro que la racha negativa se había terminado para siempre, «Carajito» Vázquez se sentó en la pelota sobre la Tribuna Olímpica en pleno partido, para delirio de la hinchada más grande del país.

La finalísima del Uruguayo se disputó el 10 de diciembre de 1944, y después de 90 minutos más dos alargues, el partido se dio por terminado 0-0. Tenía que jugarse otro partido a muerte, el 17 de diciembre.

A los 28 minutos del primer tiempo, Nacional ganaba el clásico 2-0 y tal como recuerda El Día, Ciocca y Gambetta se dedicaban a pizarrear y tirar lujos excesivos. Estaban festejando el Sexenio. Pero como salido de una película dramática, el partido dio un giro tan increíble como inesperado. Una jugada entreverada en el área de Nacional, permitió que Peñarol descontara antes de finalizar el primer tiempo a puro empuje. Un penal ejecutado por  el Negro Jefe en el segundo tiempo empataría transitoriamente el partido; y finalmente un gol de cabeza del «Patrullero» Vidal, sentenciaría el definitivo 3-2 y la remontada clásica más grande de la historia. Dos goles abajo, en una final, y para cortar un sexenio.

Peñarol había remontado mucho más que un clásico. Fue el fin de una era y el retorno a la senda de gloria que nunca se debió abandonar. El apoyo popular recibido no había quedado en la nada, y la hinchada más fiel de todas había recibido su recompensa. Peñarol volvía a ser campeón uruguayo, cortaba el sexenio de Nacional y ganaba una final que perdía por dos goles. Veintidós años después en Santiago de Chile, lograría la misma hazaña pero en una final de América, frente a River Plate y bautizándolo para la historia como ‘gallina’. En Uruguay, ya lo había hecho en 1944.

La batalla de 1959, uno de los clásicos más recordados

Hablar de los años ’60 es sinónimo de una época de paternidad y superioridad aurinegra como pocas veces se ha visto. Es hablar de una década inigualada hasta el día de hoy para un equipo uruguayo, que incluyó un Quinquenio, dos bicampeonatos, torneos ganados de forma invicta, 3 Libertadores, 2 Intercontinentales y una Supercopa de Campeones Intercontinentales.

Pero todo tiene un origen, y el de este período de gloria lo encontramos en 1958. El Uruguayo 1959 era una excelente oportunidad de volver a marcar la cancha en el fútbol uruguayo y lograr la clasificación a la primera Copa Libertadores de la historia. Como es de suponer, el campeonato no fue fácil y finalizó con los clásicos rivales igualados en la primera posición: debían enfrentarse para definir al campeón. Polémica como pocas y batallada como ninguna, la final del Uruguayo de 1959 se terminó jugando en marzo de 1960. Postergaciones, habilitaciones y otros mil elementos, habían llevado a que esa final se jugara en un ambiente sumamente caldeado.

En Peñarol haría su debut clásico un desconocido con grandes referencias: Alberto Spencer. La leyenda cuenta que en un momento del partido, el ecuatoriano se arrimó a Tito Goncalves y le dice “Tito, ¿y esto qué es?”. La respuesta fue tan clara como sincera: “una final”. Alberto había entendido que estaba jugando uno de los clásicos más violentos de la historia, que se había empezado a jugar afuera con su habilitación (hasta el día de hoy los albos se dedican a llorar) y se terminaría ganando adentro.

A los 81 minutos llegaría el primer gol de Decano, y casi inmediatamente después la trifulca histórica: 4 expulsados de cada lado y un partido suspendido por 10 minutos. Contrario a lo que pasaría hoy en día, el partido se reanudó y se termino de jugar 7 contra 7. En el último minuto, un gol de penal sentenciaría el partido, el bicampeonato y la clasificación a la primera Copa Libertadores. El resto es historia conocida…

1986: El campeonato más raro del mundo

El Uruguayo de 1986 sería imposible de explicar para cualquier persona que no sea de nuestros lares. En una época donde no existían Aperturas ni Clausuras, y el campeón se definía por una Tabla Anual, Peñarol fue campeón ganando menos puntos que Nacional y sin haber podido empezar en fecha el campeonato por problemas económicos.

El torneo de 1986 contaría con la presencia de 13 equipos, por lo que obligatoriamente todos los clubes en algún momento tendrían fecha libre. Los grandes de nuestro fútbol enfrentaban serias crisis económicas por lo que se habían solicitado postergaciones a la AUF. La Asociación había rechazado todos los pedidos de sus añejos clubes, por lo que estos decidieron no presentarse al Campeonato.

Por sorteo, a Nacional le tocaba libre la primera fecha, y Peñarol debía enfrentar a Huracán Buceo. El Decano no se presentó y perdió los puntos quedando en clara desventaja deportiva. Finalmente los problemas económicos se resolvieron y los grandes se reintegraron al torneo, pero el daño ya estaba hecho (Peñarol había perdido 2 puntos) por lo que se pactó que si al finalizar el año, Nacional aventajaba a Peñarol por 2 puntos o menos, se enfrentarían en una final.

El año fue sumamente duro para Peñarol, los jugadores no concentraban ni practicaban con su entrenador y entre semana debían organizarse partidos amistosos para que los integrantes del plantel pudieran levantar algún peso. Así se jugó y se ganó el campeonato de 1986.

A falta de 7 fechas para terminar el año, Nacional aventajaba al Decano por 7 puntos. Parecía imposible, pero nuevamente apareció la mística del club con más huevos de este país. Finalmente se llegó a la ultima jornada 3 puntos por debajo de los tricolores, que enfrentaban a… Huracán Buceo.

El 28 de diciembre de 1986, Día de los Inocentes y con una insólita jugada (como narra Luciano Álvarez) Nacional perdió 1-0 con el playero y Peñarol quedaba a un triunfo de forzar una final en un Campeonato que estaba perdido desde antes de empezar. El aurinegro cumplió su parte, venció 1-0 a Danubio y forzó la final.

Nacional, fiel a su historia, fue a la Asociación Uruguaya de Fútbol a reclamar que el pacto acordado el 18 de julio había que romperlo, y que había que proclamar campeón al equipo de La Blanqueada. Por miedo a perder rompieron su palabra (si es que alguna vez la tuvieron), y nuevamente se los vio llorando en la AUF, que rechazó su pedido. El partido se programó para el 3 de enero, pero los albos protestaron y amenazaron con no presentarse. Peñarol no quiso ser campen sin jugar, por lo que finalmente se acordó jugarla el día 6, la Noche de Reyes.

Un campeonato insólito, no podía definirse de una forma sencilla. El partido terminó 0 a 0 y debió jugarse un alargue. Y acá volvió aparecer el Peñarol de los Milagros, en una jugada que seguramente recuerden todos los que vieron el partido. En el minuto 119 de partido, Juan Ramón Carrasco recibe un pelotazo y queda solo, literalmente solo, frente a Eduardo Pereira. El «Tito» chico reconocería tiempo después que “era imposible que errara ese gol, pensé que se había terminado todo”. Pero lo erró. Pereira había ganado el mano a mano y con él, gran parte del título. Había que ir a penales, algo que nunca más se repitió en una final del Uruguayo entre carboneros y tricolores.

La definición estaba 3 a 3, y el título en los pies de un joven Gustavo Matosas. Era el último tiro. Era gol y campeonato, en una cancha imposible donde la gente de Peñarol ya había invadido el terreno de juego a la espera del gol del título. La pelota para un lado, golero para el otro, campeones una vez más ante Nacional.

1995: El año del tricampeonato

Peñarol fue campeón del Apertura y finalizó igualado en el primer puesto del Torneo Clausura con el tradicional rival. Finalmente, Nacional ganaría por penales la final del torneo corto y forzaba finales por el Campeonato Uruguayo. Fueron tres partidos durísimos, en donde Peñarol levantaría una vez más, la copa de campeón.

El triunfalismo en Nacional no es cosa nueva. Ya en aquellos años se caracterizaban por sus declaraciones pasadas de tono, a las que Bengoechea en Los Aromos respondía con un sencillo “estos muchachos están locos, pierden y pierden y siguen hablando”.

La primera final terminó 1-0 a favor del mirasol, con el inolvidable golazo de Pablo Javier Bengoechea que dejó arrodillado a Nicola en la línea del arco viéndola pasar. Según cita Luciano Álvarez en su libro «Historia de Peñarol», Últimas Noticias informaba que varios hinchas del tradicional rival se arrimaron al ómnibus de sus jugadores con un único pedido: “por favor, péguenle a Bengoechea”. Era lo único que podían hacer, porque ganarle era imposible.

La segunda final la ganó Nacional 2-1, por lo que debía jugarse un tercer partido. Peñarol se puso en ventaja en el primer tiempo y amplió diferencias en el segundo, hasta que una serie de expulsiones dejaron el partido con 9 jugadores de Peñarol contra 10 de Nacional. A tres minutos del final, hubo gol de Nacional y parecía que la final sería realmente dramática. Pero Bengocechea, el símbolo de 5 años de triunfos, movió y tocó atrás. Pereira recibió y lanzó al mismo Bengoechea, que enfiló hacia el área y… gol. Sí, moviendo del medio y en una final. Peñarol era tricampeón y Nacional volvía a perder una final insólita.

1996: A un paso del Quinquenio

La historia se presenta exactamente igual al año anterior: Peñarol campeón del Apertura y Nacional del Clausura. Y nuevamente, el optimismo desbordado en la vereda de enfrente. Carlos Nicola sostenía que “Nacional llega siendo amplio favorito. Todo el mundo resalta lo bien que anda Nacional y lo mal que anda Peñarol”. Tenía razón Pablo Javier, no aprendieron nada.

Y una vez más, el factor común cada vez que la cosa viene brava, el jugador que siempre está y aunque recibe sanciones, nunca falta a la cita. La hinchada. Una vez más, la famosa hinchada de Peñarol. Una infernal despedida recibió el plantel antes de salir rumbo al Centenario y tal como recuerda Martín Rodríguez: “En Peñarol uno juega con ventaja. Porque toda esa gente te empuja tanto que vos sabés que no podés perder. La hinchada te lleva a ganar”. Y así fue, 1-0. Apretado, sufriendo y con un gol del Negro Tais, a lo Peñarol.

Finalmente llegó el segundo partido, y Martín Rodríguez vuelve a recordar la importancia de la gente de Peñarol: “Llegamos al Estadio y ya éramos campeones, porque la hinchada de Peñarol era abrumadora mayoría. Ahí está la diferencia, si Nacional hubiera ganado el primer partido, la hinchada de Peñarol igual hubiera ido. Pero la de Nacional no estaba”.

Finalmente el partido terminó empatado a un gol, y el Decano quedaba a un paso del Quinquenio. El Tetra ya estaba en casa.

1997: Una semifinal que no se puede dejar pasar

Es cierto que no es una final, por eso no la incluímos en la estadística. Por eso, y porque nosotros no maquillamos números. Pero la importancia de aquel partido tiene un lugar ganado en esta recopilación.

Fue el “Clásico de la Muerte”. Fue por un Quinquenio, y no para completar un fixture en un torneo definido. Fue una verdadera final del mundo. Así se sintió y así la ganamos. 3 a 2, de atrás, como hacía apenas dos semanas, 2 goles abajo. Increíble, emocionante, inolvidable.

Como diría Ruben Sosa: “en los clásicos los de Peñarol tienen algo más”. O como sentenciaría el mismísimo Juan Ramón Carrasco: “en el fondo, creo que le tienen miedo a Peñarol”.

1999: La humillación del Siglo

La humillación del Siglo XX no fue una goleada, no fue un baile, no fue ningún partido en el exterior. La humillación clásica más grande del Siglo fue haber ganado de atrás, en una final que también hubo que remontar (¿cuándo no?), el Campeonato Uruguayo de 1999, en honor al centenario del Club Nacional de Football. Esa copa va a estar siempre en las vitrinas de Peñarol, y va a estar siempre entre las peores pesadillas del albaje.

Obligados a ganar el Clausura para forzar finales, lo conseguimos en el clásico de la segunda rueda. En las finales, pasó de todo. La primera fue un discreto empate 1 a 1.

Pero en la segunda final aparecería una figura totalmente despreciable: Gustavo Méndez. En una insólita jugada, el nefasto referee pitó penal, en una falta hecha en la medialuna a 2 metros del área. Increíble. Peñarol empezaba en desventaja 0-1 por un grosero –¿error?- de este famoso árbitro.

El Patrón Bengoechea empató el partido, y luego llegó la tarjeta roja para Marcelo De Souza. Es el recordado clásico de la piña del ‘Caballo’ De los Santos a Ruben Sosa. Méndez volvería a mostrarle la roja a un jugador de Peñarol, por lo que hubo que jugar 22 minutos de partido con 9 leones contra 11 gallinas. Finalmente, a los 89′, Peñarol quedaría con 8 y Nacional con 9.

Así se llegó a la finalísima del  13 de noviembre. Peñarol, recibía un gol a los 19 minutos, nuevamente, de penal. Y a los 25, roja para el Gato Romero. Parecía que todo estaba perdido y por si fuera poco a los 31 minutos salía lesionado Bengoechea. Era imposible levantar ese partido, pero en Peñarol no sabemos de imposibles.

Minuto 32′, roja para Scotti (Nacional) y gol de cabeza de Darío Rodríguez. El empate duró solo 3 minutos, hasta el golazo del ‘Rifle’ Walter Pandiani. Peñarol había dado vuelta un partido increíble.

El resto del encuentro fue una típica final. Trabado, luchado y con nuevas expulsiones, hasta llegar al final con 9 hombres de cada lado. Y nuevamente, Peñarol era campeón uruguayo ante el tradicional rival. Peleando, luchando, metiendo.

Hacia 45 años que Nacional no le ganaba una final a Peñarol por la máxima competencia y en el medio, el manya había ganado 5. Una locura para el Campeón del Siglo XX… y del Campeonato “100 años del C.N. de F”.

2003: De la mano de la Fiera y Chilavert

Nacional era el vigente tricampeón uruguayo y picaba en punta por el Tetracampeonato al ganar el Apertura. Pero en Peñarol había un técnico destinado a ganar finales clásicas: la ‘Fiera’ Aguirre. De la mano de un exuberante José Luis Chilavert, el Decano se metía en la definición del Campeonato Uruguayo ante el tradicional rival.

Y así llegó el 4 de diciembre de 2003, uno de los abandonos clásicos más recordados de la historia. La gente de Nacional no fue al Estadio. No se sabe si perdieron las entradas, si se quedaron sin ómnibus o si no se enteraron que había partido, pero ese día se registró uno de los “ausentes” más grandes en la historia del clásico uruguayo.

El partido fue sufrido y apretado. Sobre el final del primer tiempo, el delirio. Remate de Chilavert, rebote de Jorge Bava y gol de Bizera en palomita. Así terminó el partido, 1-0. De nuevo, el pueblo festejaba. No habría Tetra tricolor, y mucho menos Quinquenio; una espina que seguía y sigue doliendo en la vereda de enfrente. Se retiraba esa noche Pablo Javier Bengoechea, uno de los máximos exponentes de la paternidad clásica.

2010: El retorno de Aguirre, tras 7 años de sequía

Desde el campeonato del 2003, Peñarol no había vuelto a conseguir el título de campeón uruguayo. Fueron 7 años de fracasos y golpes, pero de una fidelidad impresionante de la mayor hinchada del país. El Apertura fue un golpe durísimo, terminando a 10 puntos del puntero, Nacional.

Pero en el Clausura, llegaría el milagro. En una campaña sin precedentes, el equipo de Diego Aguirre lograría 43/45 puntos y remontaba –de forma increíble- la Tabla Anual. Así llegamos a las finales del 2010, otro de los papelones inigualables de la hinchada plumífera.

El primero fue derrota 0-2, por lo que hubo que jugar 2 partidos más para definir al campeón. La primera final se ganó 1-0 con gol de Antonio Pacheco, el máximo ganador de clásicos de la historia de este país. Y en la segunda, Peñarol sacó a relucir la chapa de equipo milagroso.

Un temprano gol de Lembo ponía a Nacional un gol arriba en el marcador. El partido fue muy duro, tal como se esperaba. El gol no aparecía por ningún lado, hasta que faltando 15 minutos para terminar el partido, apareció Aguirregaray. Un apellido destinado a hacer sufrir a Nacional. Gol y empate. Empate y título. El resto del cotejo encontró a Nacional atacando, tirando centros y empujando. Pero a Peñarol, de vivo, no le iban a ganar. En el último suspiro del partido, Nacional tuvo el empate, pero el travesaño ahogó el grito de gol tricolor en dos oportunidades.

Se cortaba la racha y el pueblo volvía a festejar. Y una vez más, la fiesta fue completa. Victoria adentro y afuera del terreno de juego.

2018: Bicampeones y abandono histórico

La historia parece repetirse una y mil veces, y así paso con el Uruguayo 2018. Nacional logra el Apertura y el Torneo Intermedio, y de nuevo había que remar de atrás. De la mano del ‘Memo’ López, Peñarol obtiene el Clausura con un agónico gol de Maxi Rodríguez para celebrar el primer título en el Campeón del Siglo; y la Tabla Anual con otro gol infartante del Nacho Lores en el Estadio Luis Franzini. Así llegamos a las finales, que a la larga fue una sola.

En las tribunas, abrumadora superioridad de la parcialidad aurinegra. En la vereda de enfrente, vendieron solamente 10.000 de los 20.000 boletos que tenían asignados, un hecho que quedaría inmortalizado por siempre en una canción que baja todos los fines de semana desde las tribunas.

En la cancha, y arancando el segundo tiempo, Nacional se puso en ventaja a través de un gol de Zunino. Pero enfrente estaba Peñarol, un equipo acostumbrado a remontar finales. Un gol del Tito Formiliano sobre el arco de la Colombes dejaba el partido momentáneamente empatado y forzaba un alargue.

Y acá llego la remontada. Penal al Toro Fernández y gol del capitán. Cristian Rodríguez ponía el 2-1 definitivo y abrochaba un titulo más que festejado por la fiel y bullanguera. Peñarol era Bicampeón Uruguayo y volvía a ganar de atrás una final clásica. La tercera en su historia, algo que Nacional conseguiría una sola vez. En las que duelen, primero Peñarol.

La paternidad es marcada, e incluso en la derrota, pueden observarse varias irregularidades: los jugadores inhabilitados de 1903, la repetición del clásico final de 1933, la pelea clásica del 2000 y la sanción excesiva a los jugadores de Peñarol, y el ingreso de la ambulancia en 2015 para finalizar el encuentro.

Lo cierto es que, cuando ambas camisetas se ven frente a frente, la de Peñarol generalmente se impone, porque como ya dijo Ruben Sosa: tenemos algo más.

@PenarolPapa