3ª Parte: Fotos vs San Lorenzo (120 años)

Hace unos meses, en la comida por el 5to aniversario de padreydecano.com, tuve el honor de poder sentarme en la misma mesa que Néstor »Tito» Goncalves durante horas y escucharlo contar historias de la época más gloriosa de Peñarol. Para un joven como yo de 22 años, que no está acostumbrado a los grandes triunfos, tener a ese hombre tan cerca que generaba respeto con su sola presencia, fue un privilegio que nunca voy a olvidar.

Lo vi muy lúcido, recordando hasta con lujo de detalles partidos, fechas y situaciones de hace más de 50 años. Lógicamente, a sus 80 años de edad, en lo físico se notaba el deterioro. En lo mental, realmente estaba hecho un pibe.

Hoy su muerte nos sorprende a todos y deja un vacío imposible de llenar. Nunca habrá otro igual. Catorce años en el club de sus amores (única camiseta que vistió), logrando 9 títulos locales de liga, 3 Copas Libertadores de América, 2 Copas Intercontinentales y 1 Supercopa de Campeones Intercontinentales. La mayoría de los clubes del mundo ni siquiera pueden soñar con un palmarés así.

Para los que lo vieron jugar, y para los que no, llevará por siempre el distintivo de leyenda. Un jugador que dedicó su vida entera a defender a Peñarol desde adentro, algo que nosotros solo podemos hacer desde afuera.

En esa charla informal que pude compartir con él junto a otros hinchas, nos nutrió de anécdotas y risas que nunca voy a olvidar. A modo de homenaje, comparto una de las historias que más me quedó grabada y que lo pinta de cuerpo entero tanto dentro como fuera de la cancha. La situación se dio en la segunda final de la Copa Libertadores 1966, frente a River en Argentina.

»A la ida el ómnibus que nos debía llevar a la cancha nunca apareció, por lo que terminamos yendo de a cuatro en taxis que por la cantidad de gente que caminaba rumbo al estadio, nos terminaron dejando a un kilómetro del Monumental. Las últimas cuadras las hicimos caminando todos juntos entre los hinchas locales que nos escupían, insultaban y pretendían ganarnos de pesados, cuando lo único que lograban era motivarnos cada vez más. El compromiso por la causa que afloraba cada vez más mientras caminábamos a través de ese mar rojo y blanco, como si fuéramos a una guerra, nunca me lo voy a olvidar. En una final pareja terminamos perdiendo, masticando bronca.

Lejos de terminar ahí, luego del partido los hinchas rivales se acercaron al hotel a lanzar proyectiles y a festejar la victoria en nuestra cara. Lo peor que se le puede hacer a un jugador uruguayo y de Peñarol.

Cuando se calmó un poco la cosa, un compañero encontró un zapato en la vereda – de algún hincha que lo había perdido minutos antes – y se lo quiso quedar para impedir que lo recupere. Enseguida lo frené y le dije que lo dejara donde lo encontró. Era una oportunidad única para hacerlo volver. Esperé durante horas que apareciera y finalmente lo hizo como yo lo había previsto. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, ya le había dado una paliza que dudo que alguna vez se haya olvidado.

Al rato me golpean la puerta de la habitación: ¡era la policía!. Estoy jodido, pensé. ‘Sr. Goncalves – me dijo cuando abrí la puerta -, soy hincha de Boca y vengo a felicitarlo por lo que hizo recién en la vereda’. De lo aliviado que me sentí por cómo había zafado, le dije que cuando viajara a Uruguay estaba a sus órdenes.

El detalle que había dejado pasar la gente de River, era que todavía faltaba el partido definitorio. A ese grupo de hombres lo tenías que matar 10 veces para liquidarlo, tenía una fuerza y un amor propio increíble. A los días viajamos a Chile y en un partido épico volvimos a salir Campeones de América.

A los meses mientas estaba en casa me toca timbre un hombre junto a su familia, a quien no reconocí. ‘¿No se acuerda de mí? – me espetó – Yo soy el policía que lo salvó en el hotel cuando jugaron contra River’. Se tomó tan a pecho mis palabras de aquella noche, que se terminó quedando un mes en mi casa. ¿Y qué le podía decir yo?»

Néstor ‘’Tito’’ Goncalves (27/04/1936 – siempre)