La inclusión de Jim Morrison Varela, y Nicolás Raguso nos dejó, a todos, más de una sensación. En lo personal solo sigue confirmando lo que hace un tiempo ya me vengo planteando. ¿Qué tanto más son los Sebastián Rosano, los Nicolás Amodio, los Maxi Pérez, que nuestros juveniles? Y solo nombre a 3 profesionales, de reciente paso por nuestro club, de una lista que comenzó a agrandarse considerablemente en épocas de vacas flacas, léase 2005, 2006, 2007, 2008. Todos tenemos en la memoria una buena cantidad de jugadores que recordamos casi hasta con gracia y nos preguntamos ¿Cómo pudo ese jugador llegar y jugar en Peñarol? Si llamo a la memoria de cada uno de los lectores de seguro, sin mucho esfuerzo, aparecerá uno en su mente. Cuantas veces en charlas entre amigos, en asados, mismo en la cancha nos preguntamos ¿Qué será la vida de tal? y nos recordamos de su magra actuación en nuestro club, y nuevamente no entendemos cómo y quién dio el ‘’ok’’ para acordar su llegada. De todas formas, no quiero desviarme mucho en nombres, ni en circunstancias que llevaron al arribo de decenas y decenas de jugadores que no estuvieron a la altura de nuestro club.

Creo más productivo centrar la discusión en quienes fueron los responsables, en como se dieron las contrataciones, y en el porqué de la llegada de estos futbolistas a nuestro club. Sin embargo el acceso a esta información, como para cualquier otro hincha, resulta imposible, o mejor dicho, de accesibilidad restringida o maquillada. Simplemente accedemos al circo mediático de los medios de comunicación, al rumor que nos dijo un conocido de un amigo, o hipótesis personales que nunca tendrán las herramientas verídicas para ser confirmadas. La verdadera cocina de las transferencias en nuestro club, y me atrevería decir, en la mayoría de los clubes, nunca la conoceremos.

Con este panorama desolador, y creo que bastante predecible, redirijo esta columna al ámbito de la mentalidad. ¿Hasta cuándo, los socios e hinchas, de nuestro club, tendremos que seguir tolerando este tipo de contrataciones? ¿Hasta cuándo seguiremos tolerando la manipulación que año tras año practican con nuestros juveniles? ¿Hasta cuándo toleraremos que sigan ‘’tapando’’ a jóvenes promesas de nuestro club? Y digo promesa, porque literalmente deben ser consideramos de esta forma. Cuando hablamos de promesa, hablamos de algo que busca tener un buen fin.  Sin embargo, como todos sabemos, una promesa puede cumplirse como no. Un juvenil puede ser un gran jugador, o simplemente ‘’uno más del montón’’.

Pero a ahora le pregunto a los lectores, que creen más conveniente para nuestro club. ¿Esperar el rendimiento de jugadores que, en su gran mayoría, no tienen más proyección a futuro (dada su edad)? ¿O ‘’arriesgarse’’ a incluir a nuestros juveniles, que en su gran mayoría (dada su edad), tienen potencial para mejorar?

Nótese que dejé de lado temas económicos; el comentario de cualquier hincha estará al caer: “No podemos esperar a que los pibes anden bien, quiero ganar ahora”, “Menos balances y más triunfos”. Estos son algunos de los comentarios que inevitablemente llegaran. Los respeto y en cierto punto comparto. Pero nuevamente, luego de años de experiencias negativas, por no decir muy negativas, ¿no tendríamos que comenzar a reconsiderar la política de contrataciones del club? ¿No tendríamos que cambiar el termino ‘’arriesgar’’ por ‘’esperar’’ ‘’invertir’’  ‘’sembrar’ con respecto a nuestras jóvenes promesas’?

Aquí hay un término clave, que en cualquier club grande resulta muy difícil de desarrollar e inculcar: Paciencia.  La capacidad para saber esperar, resulta para cualquier club del mundo, y aventuro a decir también, para cualquier ámbito de la vida, una capacidad de enorme valor. En épocas donde todo es ahora, creo necesario la necesidad de crear consciencia acerca de la capacidad para soportar o padecer algo sin alterarse. (Aclaro, que pido paciencia para nuestros pibes. A todos nos resulta intolerable, en la esfera de la pasión, no ver a Peñarol salir campeón, nos resulta intolerable, ver a ciertos jugadores no tener una actitud a la altura de la historia de nuestro club, pero eso es harina de otro costal).

Acá les nombro algunos ejemplos de los beneficios de la paciencia para con nuestros juveniles:

  • Alejandro González debuto siendo menor de edad, allá por el 2006. Sin pena ni gloria, pasó a ser relegado y anduvo por las tierras de Gardel y el país de los incas. Año 2010: todos hablamos de la enorme labor del zaguero en la final de Campeonato Uruguayo frente al tradicional rival. La Copa Libertadores serviría para confirmar las buenas condiciones que posee este jugador.
  • Emiliano Albín, quizás el caso más difícil para poner en práctica nuestra paciencia dado a la combinación de algunas malas actuaciones y  la decisión de muchos entrenadores de utilizarlo de lo que les antojara. Hoy lateral titular en Boca Juniors, más de uno lo extraña.
  • Sebastián Sosa: Logró lo imposible: ser cedido a un club chico de nuestro medio, y terminar siendo titular indiscutido en el primero de Peñarol. Malas resoluciones, dignas de un jugador en edad de maduración, quedaron en el olvido con gigantescas actuaciones que permitieron ganar más de un partido. Hoy también, más de uno lo extraña.

Estos 3 ejemplos, a los cuales también, más allá de las diferencias, podríamos agregar a la lista son Gastón Ramírez y Matías Aguirregaray, demostraron que se debe tener paciencia con nuestros juveniles. Los tres futbolistas pasaron momentos malos, y los tres futbolistas lograron desarrollar un nivel acorde a nuestro club. Casos como el de Sebastián Cristoforo, Jonathan Ramis, Enzo Ruiz, Matías Pérez, Jeferson Moreira, Leandro Gelpi, Emiliano MacEachen, Joaquín Aguirre, Jonathan Siles, Cristian Palacios, por nombrar los primeros juveniles que me llegan a la mente, (quienes  pasaron o están en este momento en el club), son o fueron una buena oportunidad para poner en práctica esta valiosísima herramienta que tenemos los hinchas en nuestras manos.

Otro argumento que podría fomentar más aun el desarrollo de la capacidad para saber esperar podría venir por el concepto de empatía, es decir, ‘’ponerse en el lugar del juvenil’’. ¿Qué quiero decir con esto? Simplemente ponerse a pensar en las horas de entrenamiento que tiene ese jugador formado en nuestro club. Las frustraciones y éxitos que tuvo ese futbolistas en los partidos de las divisiones formativas vistiendo la camiseta de Peñarol.. Los esfuerzos económicos que muchos desde Montevideo, y ni hablar desde el interior hacen para poder jugar «en el club de sus sueños’’, Los partidos en los que fueron relegados al banco de suplentes, los días en que pensaron en «tirar la toalla’’ y no seguir jugando mas al futbol, entre otro montón de situaciones que atraviesan los ‘’pibes’’ de las formativas. Estos adolescentes merecen nuestro respeto, merecen nuestra paciencia por encima de cualquier otro futbolista que venga de otro club, por lo menos así lo creo yo. Por lo tanto la paciencia de la hinchada debe ser el abrigo de nuestros jóvenes. Y también, estoy seguro, que es lo que ellos más esperan de nosotros.

De acuerdo, muchos dirán: y de aquel juvenil que siempre tuvo malas actuaciones, que nunca mostró la hilacha de alguna buena habilidad, ¿qué me podés decir? : Lo mismo que advertí anteriormente. Las promesas pueden cumplirse como no. Los juveniles también.